El Amor y el Esclavo

Publicado: septiembre 24, 2012 en Zopilotadas
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En su “Tratado de la Desesperación”, Kierkegaard decía que una de las características de la desesperación, postulada en términos similares a la locura, era aprender mentiras como si fueran verdades. Un aproximamiento un tanto iluso diría yo ¿no creemos, todos, que nuestras verdades son las únicas, mientras que los demás están equivocados? Todos tenemos una versión de la verdad, y todos nos creemos nuestras mentiras como verdades. Si uno lo piensa bien, nuestras verdades (por muy científicas que sean) podrán ser mentiras a ojos ajenos. Y viceversa.

 
La verdad no es una cosa simple como aun Aristóteles creía. La realidad es algo más que los sentidos y sus capacidades, también están lo que subjetivamente crea nuestro cerebro, mismo que está condicionado por el lenguaje, por lo que se dice del sujeto, por la cultura y tantos etcéteras que nos llevan a formular diversas miradas y percepciones a diferentes situaciones y fenómenos. Especialmente en estas épocas donde la postmodernidad ha cambiado la forma que tiene el individuo de concebirse y construirse.

 
Es desde esa luz, que no parece raro que sea la familia la principal responsable de criarte para la funcionalidad social, o sea quién nos lleve a ser parte de este gran sistema. Aun si es a precio de lo que uno desea o prefiere. Se nos venden verdades a través de las estrellas de cine, el internet, la publicidad y la televisión. Se nos enseña que la belleza tiene parámetros específicos que pueden comprarse con más de 100 dólares invertidos en Yanbal o en Gucci, Calvin Klein, o incluso consumiendo Camel o Coca Cola. Ser un individuo, hoy en día, significa buscar el triunfo individual. Pero esto no basta, pues el ser necesita un algo social, un vinculamiento. Sin embargo, podría decirse que hoy en día no se crean estos lazos, así como antes solían establecerse. Podría decirse, que hoy en día lo que se hace es reunir congregaciones que siguen una moda, o unas normas, para poder ser aceptados en un grupo social (tribu urbana o parecidos) quienes los validarán como sujetos (de dinero, fama, poder o lo que sea que la identidad necesite) y les permitirán avanzar en las jerarquías de cada grupo. De ahí, con esa seguridad de la aceptación, es más fácil saltar al camino de la “normalidad”. El ser social, totalmente funcional, que busca su éxito a costa de sus deseos.

 
Pagar por éxito con tus deseos es un precio muy caro. Olvidarse de uno mismo para poder ser un mejor ciudadano. Prohibirse, por ejemplo, amar para poder triunfar individualmente. No pensar más allá de la línea límite entre lo permitido y lo deseado. Si amar nos crea un nuevo mundo, basado en un deseo, ¿por qué la sociedad permitiría felicidad más allá de sus tiránicos mandatos? ¿por qué validaría un éxito no medible en sus términos?

 

La verdad os hará libres

 

No es sorpresivo que el matrimonio sea presentado como una institución. Una inviolable además. Una sociedad en que dos personas firman un contrato con la sociedad en el que juran ser fieles a los objetivos de la empresa, disfrazándolo de amor y fidelidad. La ruptura de este contrato conlleva a consecuencias de castigo social. Ahí se ven las pérdidas económicas, el cada vez menos frecuente oprobio del divorciado y la pelea entre dos que confundieron amor con negocios. De ahí que la lucha sea tan encarnizada: meterse a los negocios de la manera en que uno ama, es un suicidio sentimental. Si bien ambos son guerras violentas donde todo es posible y todo vale, cuando uno realiza inversiones obnubilado por las emociones, lo más seguro es que el primer estafador, que lo note, te añada a su lista de favoritos.

 
El amor, a veces, no necesita avales sociales. A veces, por poner un ejemplo, consiste en liberar las tensiones corporales, para luego compartir un simple beso en la mejilla. Un orgasmo seguido de un besito ¡que gloria tan asocial! Especialmente por librarse un rato de todo concepto, de toda preocupación en la pequeña muerte del orgasmo. Darle un alivio a esa tensión que brinda el estrés, a todo ese malestar físico que conlleva estar estresado, es una gran huida de los yugos tiránicos de tener éxito en la sociedad. Después de todo, hoy en día, el precio del confort es el disconfrot. Si se nos asocia al placer sexual con la locura, con el pecado, con el tabú es debido a que una perdición de este estilo nos obliga a mirar más allá del plano cartesiano. Y he ahí el pecado más grande, según lo que se nos enseña.

 
Amar es una muerte en vida. Para el poder, en cambio, es una lenta ponzoña que le desbarata todas sus funciones antes de mandarlo al otro mundo. Si el poder se midiese en inmortalidad, entonces los muertos en vida serían los débiles por excelencia. Pero, es cierto que los poderosos deben asumir deberes y responsabilidades más allá de sus voluntades, mientras que los débiles tienen más libertades. El amo y el esclavo dirían Hegel, Kojeve y Lacan.

 
Pero, y este es un gran pero, nos movemos en escudos. En esos modos de ser, las identidades, esas conciencias de nosotros mismos que nos regulan y nos protegen ante las impertinencias del mundo. Aquello que nos facilita la función social, adaptar nuestros deseos de ser a lo que la sociedad espera de nosotros y, así, nos centramos en ese otro social. La creación de la identidad y la personalidad serán esos escudos definitivos, así como serán las luces con que guiamos nuestros caminos. Armas de doble filo, si se quiere simplificar.

 
Pero la personalidad no lo define a uno. Hacerlo significaría limitarse. Significaría anclarse en una idea fija que no se irá fácilmente y nos condicionará el resto de los movimientos, nos encerrará en nosotros mismos, nos convencerá de la certeza de nuestras verdades ¿Y qué peor locura que creer que estamos en lo correcto?

comentarios
  1. Lo único que necesita el amor, es encontrar dueño.

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