El Colmo de los Colmos

Publicado: julio 10, 2013 en Zopilotadas
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tumblr_mnn9gcAnBR1qiv63po2_500Los colmos operan de una manera extraña. Sus límites varían, pero siempre que se llega a uno se ingresa en un punto de inflexión en donde nos preguntamos que tanto tuvo que pasar para llegar hasta ahí ¿Cómo acabé acá? ¿No es esa la pregunta clásica de quién aun no termina de comprender su papel en sus propias desgracias? Y es en este punto de inflexión en que muchas ideas pasan por la cabeza, la mayoría replanteando todo aquello que creamos causa de nuestra actual llegada al fondo. Al colmo de los colmos.

Los puntos de inflexión son propiciados por el colmo porque solo cuando algo es demasiado nos dignamos a darle cierta importancia. Es como no bañarte durante semanas. Puede que tú no lo notes, pero los demás sí que habrán de notarlo, y pasará mucho (o poco, depende de que tanto le pesen los olores a uno) antes de que el olfato se digne a arrugarse ante nuestra propia hediondez. Es en este punto en que habremos llegado a un colmo, la famosa gota que derramó el vaso al cual nosotros vimos llenarse pasivamente, solo para reaccionar cuando estalla. Típico: llorar sobre leche derramada. Nuestras abuelas no estarían orgullosas.

Volviendo a la metáfora: el punto de inflexión es como darse un baño de tina y quedarte echado, sumergido en el agua contaminada por la suciedad de tu cuerpo y sintiéndote limpio pese a seguir flotando en tu mugre. No es que el dichoso punto este sea el gran cambio, o el instante en que todo empieza a ser diferente; es simplemente el momento en que uno se da cuenta que ha tocado fondo. Y admitirlo resulta engañoso.

El colmo solo nos ilustra un límite que no habíamos podido definir antes. Esa frontera que escapaba a nuestra percepción mientras nos mordíamos el labio, apretábamos los puños y jurábamos, dentro nuestro, mil y un fechorías, venganzas que pudiesen traernos paz. O incluso cuando estoicamente nos tragábamos todo gracias a una paciencia bíblica, de esas que solo los santos son capaces de tener. Muy en el fondo toda paciencia es dinamita esperando la chispa adecuada. Y en los colmos estallamos. Y en los puntos de inflexión nos rearmamos.

Aguantar es más sencillo de lo que uno cree. A veces nos tragamos todo tipo de boñiga sin darnos cuenta del saborcito peculiar en nuestras bocas. Y otras lo hacemos a consciencia, conocedores absolutos de que lo que mascamos lo hacemos porque así lo hemos decidido nosotros. Quizá retrasando un colmo, evitando el punto de inflexión que nos obliga a repensarlo todo y darnos cuenta que algo anda mal. No confrontar al colmo, ignorarlo como si fuese nada especial, he ahí una gran fórmula para perderse uno mismo en los sabores desgraciados de confundir paciencia con cobardía.      

 

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