Archivos para noviembre, 2013

Lágrimas. Bañado en lágrimas. Así está uno cuando termina de ver «An Adventure in Time and Space» y los créditos están pasando. Se seca uno las lágrimas, y hasta quizá un ocasional moco, y sonríe ampliamente agradeciendo, dentro suyo, a Mark Gatiss por semejante guión, a Verity Lambert por pelear encarnizadamente contra las probabilidades, a Sydney Newman por la idea que lo trajo todo, Waris Hussein por realizarlo, al necesariamente ausente David Whitaker y a Hartnell por haber sido el primero no solo en el rol, sino también el primero en amarlo. Pero si nos sinceramos, en el fondo está uno agradeciendo ser whovian.

Nunca he sido fan de Gatiss como escritor. Si bien admiro su atención a los detalles que parecen nimios,  y que discretamente y sin jamás ser dichos,  devienen en importantes (cosa muy difícil de lograr), nunca me ha gustado su manera de crear tramas obvias, muy masticadas y hasta mediocres. Creo que eso hace casi innecesario aclarar que no le guardaba fe al docudrama «An Adventure in Time and Space», especialmente desde que se anunció que estaría a cargo suyo. Lo que yo no sabía, o no recordaba mejor dicho, es que Gatiss es un whovian de la más alta cepa y que este sería, es, será su homenaje, su carta de amor al programa que solo los fanáticos, los creyentes, cachan en todas sus dimensiones. No solo por esos cameos que lo dejan a uno, al fan empedernido, con los ojos bien abiertos y una sonrisa ligera en el rostro, son también los guiños añorálgicos que se presentan; ver la consola original, atestiguar, aunque sea artificialmente, el primer viaje de la TARDIS, ver la ya mítica escena de los Daleks en Londres siendo filmada, pero creo que lo más impresionante es poder conocer a los responsables de nuestros suspiros y alegrías; Verity Lambert la primera verdadera whovian, la companion por excelencia, quien le dio al Primer Doctor lo que él nos daría a nosotros a través de 50 años de viajes temporo-espaciales: la elección de creer.

En nosotros mismos, en el Doctor, en la vida, en las regeneraciones, en quienes nos acompañan, en una ideología, una filosofía, en la mismísima nada, en la incertidumbre o en un dios. Escojan su veneno. Los whovians aprenden a creer en algo, justamente porque ya lo hacían pero, quizá, lo habían olvidado. Verity Lambert apoya a Hartnell, lo ayuda a creer, y en el trayecto Hartnell termina por ser el más creyente de un proyecto en el que pocos creyeron desde un inicio. Hartnell, como todos los fans, ama al programa y ha tocado su vida de tal forma que todo empieza a verse distinto gracias al Doctor, aun más por ser él quien lo encarna.

Pero Gatiss no se olvida de Hartnell la Persona, en su viaje para mostrarnos a Hartnell el Doctor. La Persona se revela como un viejo amargado, gruñón y hasta torpe. Un hombre que buscaba desesperado una prueba de su valor, un sentido para darse a sí mismo antes de poder estar en paz con los demás. Una Persona que lucha contra el mismísimo tiempo, para poder darle espacio al Doctor, quien se aferra a esa mescolanza entre aquellas dos naturalezas para hacerse inigualable. Hartnell el Doctor será siempre inolvidable para los whovians. Pero ahora, gracias a Gatiss y Moffat, Hartnell la Persona lo será también, si es que no lo era ya desde antes.

¿Cómo no llorar ante ese guiño, maligno si se le pregunta a un whovian, que Gatiss puso en boca de un Hartnell, quien llorando con toda su alma y mandando al diablo a la compostura, pronuncia ese «I don’t wanna go» que ya antes nos ha hecho añicos los corazones? ¿Cómo no romper en un estrepitoso llanto silente cuando Hartnell ve a Matt Smith con el rostro impreso de esa expresión infante de completo entendimiento que solo Smith puede lograr? Lagrimear cuando menos, o entender que si lloras es porque viste al fanático que eres reflejado en Hartnell y Lambert. Amar al Primer Doctor porque amó ser el primer Doctor.

A todo esto me queda hacer una advertencia tardía: esta no es una crítica. Es una felicitación, es un homenaje, es una declaración de amor, de lealtad. Es la prueba de que soy whovian.

Hartnell y Bradley

Al Diablo todo el mundo lo trata de usted cuando se lo encuentran, pero a sus espaldas no escatiman en los insultos más abyectos y denigrantes que puedan encontrar. Como si desde su limitada omnipotencia el Diablo no pudiese escucharlos convertirlo en el villano de la película, apoyando ciegamente a los, por contraposición, buenos. Acostumbrados a esa cruzada contra el mal, los creyentes de las religiones judeo-cristianas, y quizá otras más, se empeñan en que desprecies al Diablo; lo convierten en el enemigo de la humanidad, el portador del Mal Supremo (en mayúsculas, para mayor drama) que nos arrastrará por gana y gusto al infierno, donde la pasará bomba torturándonos, durante algo tan largo como la eternidad, con las cosas más asquerosas y dolorosas. Torturas que están más allá de lo que sea que la capacidad humana pudiese imaginar. Y, por supuesto, es probable que estén en lo cierto.

Hay muchas chances de que el Diablo sea tan malo como lo pintan, o incluso peor. No por nada se le teme, ni en vano se le ha puesto en esa posición de truhán, no olvidemos que todo villano (que se respete) busca alterar el orden triunfante. Lo cuestiona y lo desestabiliza con sus actos, haciendo que aquellos que viven en ese dichoso orden tiemblen aterrados de que se acabe el idilio y despierten del sueño/pesadilla que es su orden bien amado. El caos, o una promesa de caos, eso representa la malignidad del Diablo. ¿Quién nos ha pintado al Diablo así? ¿Quién, que lo haya conocido, podría venir a desmentirnos, o confirmarnos, semejante imagen? ¿Acaso fue el mismísimo Dios aquel que, motivado por quién sabe qué, nos introdujo esta imagen nefanda del portero del inframundo? ¿O fueron los hombres quienes, sesgados por un asombro al cual nombraron terror, testificaron en su contra? ¿Quién fue el primero en esconderse en las faldas de Dios al sentir el calor de las llamas infernales? ¿O acaso el Diablo se buscó su fama concienzudamente? ¿Se habrá dado cuenta que los humanos tienden a recordar al villano con más pasión de la que jamás podrán atribuir a la memoria de los héroes? ¿Lo forzaron a ser quien es solo por mera estrategia de marketing? ¿Habrá atinado a notar que se necesitaba del otro extremo? ¿Será Dios su amo o su rival? Hay demasiadas preguntas, pero ninguna respuesta. Algo sí es seguro para quienes se meten al baile de las creencias: es el Diablo quien siempre fue maligno. Siempre ese villano despreciable y nefando. Pero constante, como casi nadie en las mitologías y creencias que ha sustentado el hombre a traves de su historia. No necesitamos ver más allá de Dios, ese bipolar, que primero fue un cruel y vengativo padre, y luego decidió convertirse en el amoroso y comprensivo castigador.

Con Dios nunca se sabe. Si bien los creyentes se amparan en su amor, también lideran vidas guiadas por esas leyes que separan lo bueno de lo malo, resienten al perdón pues nunca saben, más allá de la fe, si es que lo han obtenido, y buscan evitar las tentaciones del maligno para ganarse su pequeño pedazo de cielo. Poseedores del libre albedrío, se eligen como los hijos de Dios y renuncian a la quimérica libertad absoluta (pues nadie, creyente o no, la tiene) para aferrarse a las normativas que instituciones humanas traducen de los comandos celestiales. Y el Diablo siempre maligno, siempre villano, nunca cambiando, el eterno torturador y tentador; el Diablo nunca se da por vencido en su cruzada contra el Alfa y el Omega. Superado, venido a menos, despreciado y limitado, el Diablo pelea una guerra que muchos darían por imposible, y lo hace sin tirar jamás la toalla. Con nuestra amargura y tormento como objetivos principales, el Diablo nunca nos pierde de vista, así mientras todos le temen al abandono de Dios, pocos se dan cuenta que es peor cuando hasta el Diablo nos desampara.

¿Qué pasaría si aquellos que creen encuentran algo peor que el Diablo? ¿Qué es lo que diría el Pastor acerca la oveja que desea ser poseída por Satanás para dejar de sufrir tanto? ¿En qué punto de la fe lo infernal se vuelve un consuelo? Y ante todo ¿Cómo hace Dios para juzgar y castigar sin que lo equiparen al Diablo? De nuevo: preguntas sin respuestas, cuando menos respuestas sesgadas por las creencias. Mejor invoquemos al Diablo, pues Dios es tímido y solo habla con sus escogidos, y preguntémosle que piensa.

Puedo Explicarlo Todo

 

  • ¿Quién sabe si la muerte no es un segundo aire?
  • Si van a despreciarte porque eres lo peor, de una vez que se enteren que no tienes arreglo.
  • Que digan ay, qué cínico, pero nunca qué hipócrita.
  • Soy mi propio gurú en las ciencias ocultas del autoperjuicio.
  • Tú no entiendes lo que es ganarse las cosas, por eso nunca sabrás defenderlas.
  • Algo tiene la falsa sumisión que envanece y engolosina al incauto.
  • Tengo la dignidad de una puta con seis hijos hambreados.
  • Todo enamoramiento nace de una elección fraudulenta
  • Siento que estoy sacando provecho de un festín al que nadie me invitó. Peor aún, al que nadie me invitaría.
  • Ya sabes que la vida es como es y una se las arregla como puede. No es lo que yo quería, es lo que me cayó.
  • El rencor es así, vive con el sarcasmo a flor de labio.
  • Me salen miedos, fobias, rencores, prejuicios, me vuelvo como beata de pueblo. A cambio de eso, la intuición se me afina. No pienso pero huelo. Percibo, siento cosas, y es como si las estuviera viendo.
  • Pienso que te deseo. Fuera de eso, carezco de pensamientos.
  • La civilización consiste en que otros, no sabes quiénes, hagan las salvajadas en tu lugar, de preferencia mientras duermes en ese hogar sonriente y cariñoso donde nunca nadie ha matado a un cerdo.
  • Vivo así, puta mierda, esperando el colapso o la fatalidad, imaginando a veces que uno y otro corren con toda su alma para alcanzar la meta, que soy yo.
  • Una persona adulta espera a que otra persona adulta no se le ocurrirá cometer una niñería, cual si el origen de los miedos más hondos e irracionales no se escondiera en los primeros años.
  • Quedaba un gran consuelo para mi cobardía en saber que nunca hubo nada por hacer. Y aun si lo hubiese habido ¿qué tal si lo hacía mal, que era lo más probable?
  • ¿Quién, que viera a Caín recompensado, no alegaría que Dios es un demonio?
  • Uno sabe que tiene madera de villano cuando descubre en cada límite ajeno un desafío propio.
  • Tengo el perfil ideal del perdedor: decido con trabajos, me arrepiento de cada decisión, me arrepiento de haberme arrepentido.
  • Soy una fuerza contraproducente, y lo peor es sentir este entusiasmo.
  • Y ése era mi problema, como siempre. Pensar más en mi juego que en el del contrario.
  • La soledad nos vuelve bichos estrambóticos.
  • Si le confío estas cosas es para que se vaya dando cuenta de lo difícil que es mi posición. Yo tampoco soy una buscanovios, ni me interesa alcahuetear a nadie. Lo que pasa es que estamos en años difíciles, ya nadie tiene tiempo para nada, y menos para conocerse con extraños. Todos somos extraños, de repente. Lo único que yo hago es tratar de acercar a la gente, pero no a cualquier gente. Cuántas veces creemos, por desinformación, falta de tiempo, falta de observación, que encontramos a una persona que vale. Porque claro, queremos que nos entiendan. Valoramos para ser valorados. Y tanto lo queremos que pasamos por alto cosas muy importantes. Nos gusta la persona, nos mira muy bonito, nos dice cosas lindas. Y tómala, caemos redonditos. ¿Por qué? Porque tenemos esa necesidad. Les ayudamos a que nos digan mentiras, ya estamos de su lado cuando no han hecho ni el menor esfuerzo. No se vale, doctor. Yo misma me he enfrentado a esas situaciones infinidad de veces, y todo porque me faltó la frialdad suficiente para distinguir entre lo que se quiere y lo que se puede. Claro que quiere una el gran romance, la gran propuesta, la pareja perfecta, la familia ideal. Nada de eso nos llega si no tenemos cabeza fría.
  • Cuida uno sus palabras, su apariencia, sus modales, pero nunca sus muecas.
  • No es ella la que veo, es la que quiero ver. No podría decir que me atrae, pero así lo decido y es igual.
  • Sé que haré lo que haré porque soy uno de esos perseverantes que ni en sueños se privan de aprovechar una oportunidad para echarse la vida a perder.
  • Tiene un aura romántica esto de presentarse como el que nunca podrá uno ser.
  • Uno piensa que le teme a la sangre, supone que es del todo incompatible con cualquier fechoría de corte sanguinario, y cualquier día de éstos se descubre a merced del vértigo sensual de la crueldad, donde la sangre es solo uno más de los fluidos cuya derrama hace gozar al cuerpo.
  • Nadie sino uno mismo quisiera convencerse de que en realidad no es una cucaracha.
  • Vuelo libre con alas de mentira y turbinas de fe.
  • Se matrimonia uno con los vicios, se duerme y se despierta junto a ellos, disfruta de sus mimos sin pensar demasiado que es minoría dentro de sí mismo.
  • Las virtudes siempre tan vanidosas y repetitivas.
  • Creo que su más grande diversión era crear confusión para no dejar claro hasta dónde llegaba la broma.
  • Uno sabe que ha contraído un vicio cuando empieza a tratar de justificarlo.
  • Mis miedos son corruptos y oportunistas.
  • Nadie se aferra tanto a la vida como quienes han visto a otro perderla.
  • Las mentiras son como bisturíes, no cualquier huelepedos sabe usarlas sin que le tiemble la mano.
  • El chiste es que la gente desdeña los consejos de las clases sociales inferiores.
  • Todo lo que atormenta con el tiempo consuela.
  • Lo cierto era que estaba eligiendo desprotegerme cuando menos tres veces. Una, por escaparme con una sospechosa de mitomanía que ya me parecía lo bastante atractiva para pasarle cualquier falta por alto.
  • La sensación de escaparme junto a una loca potencial no me dejaba ni ponerme escéptico.
  • Ser romántico a solas y a la distancia, muchas veces a espaldas de la quimera amada, o hasta en venganza contra su desdén. Ser romántico para dar dignidad a la renuncia y color a la ausencia. Ser romántico por humor y cosquilla y capricho y por la conveniencia de lo inconveniente.
  • Tú no lo ves, pero esa zorra irradia mal fario. Le saltan los complejos. Fobias, resentimientos. Se le asoma el rencor de los bastardos.
  • Y es por eso que pierdo en el ajedrez, pienso más en mi juego que en el del enemigo, me importa poco que me coman los peones.
  • Los perdedores se consideran listos, les indigna que los menos dotados lleguen más lejos que ellos. Creen que el talento vale más que la persistencia.
  • ¿Qué es “mejor”, sin embargo, ser menos mentirosa o decir mejores mentiras, o no sé, más frecuentes?
  • Ya lo dicen los clásicos, no obtiene uno lo que merece, sino lo que negocia.
  • A los monstruos los apendejas con un valium, no se diga con antidepresivos. Pero el demonio tiene otro rango.
  • Uno teme a sus monstruos sólo porque escuchó la voz de sus demonios y creyó sin pensarlo que era la suya propia.
  • ¿Sabes cuál es el objetivo de un sarcasmo? Caricaturizar las fallas del otro.
  • Se trata de ofrecerle más, y luego más, y al final más, lo que tú quieres no es tirarte a una puta barata sino hacer cantidad de cochinadas al lado de la furcia más dichosa del mundo.
  • La gente cambia, Carnegie. A menos que la tenga uno contenta, y eso implica jugarle sucio a sus demonios.
  • ¿Cómo voy a explicarle al abogado que en ciertas circunstancias la imprudencia me tranquiliza más que la precaución?
  • Jugar ruleta rusa hasta el quinto intento, qué delicia vivir después de ese clic.
  • Hay días en que pienso que nací viejo.
  • Hay que ahorrar las mentiras, nunca sabes cuándo vas a necesitarlas.
  • Somos impunes frente a los cadáveres, podemos retorcer su jodida memoria de acuerdo a nuestras más mezquinas conveniencias.
  • Nadie nos asegura que hay un infierno, pero nos consta que existe la muerte.
  • Qué te puedo decir, Joaquín. Me gustas por verosímil. Pareces gente bien, nadie diría que eres mariguano y das las nalgas por mujeres conflictivas.
  • Al falso franciscano lo acusan sus eructos.
  • Los muertos también cuentan en el currículum. Te sacuden, te cimbran. Te enseñan más que todos los libros.
  • Puedes joder la vida que te habías propuesto reparar, y cuando lo hagas tendrás dos opciones: desangrarte o seguir chupando la sangre.
  • Nunca sabemos cuál va a ser el capítulo del que se va a colgar quien nos lea, ni tampoco cuáles va a digerir.
  • No crece uno por el empuje natural de su talento como por el combate sostenido contra su estupidez.
  • Nos enseñamos a admirar y reverenciar al que peor se la pasa. Traicionado, azotado, calvado, abandonado por Su Padre. Nos postramos ante un hombre que sangra. Queremos más a nuestra mamá si ha debido sufrir por nosotros. Por lo visto sus buenos momentos no cuentan. Es oficialmente incapaz de sentir un orgasmo.
  • El chiste no es tumbarle los calzones, eso va a suceder por la pura fuerza de la gravedad. Lo que tienes que hacer es tumbarle la aureola.
  • La gente cree lo que le cuentan no por lo que le cuentan sino por la manera en que se lo cuentan.
  • Le gustan sus rencores. Con ellos justifica sus insuficiencias. Los transfiere, además. Y los protege, con la coartada de que quiere olvidarlos.
  • Las disculpas son densas, pesadas, nadie quisiera tener que pedirlas, ni todos están listos para concederlas.
  • Puesto que a un enemigo de verdad no basta con matarlo, hay que ir a cagarse en su tumba diariamente.
  • Si te sonrió, leerás en su expresión la burla, o el desdén, o el desafío, lo mejor que le cuadre a tu resentimiento.
  • Si hay la opción de elegir, un cobarde prefiere morirse de a poquitos.
  • La mujer, Carnegie, de eso se trata el mundo.
  • Rascarse hasta la muerte, que deleite.
  • No sabe mientras rasca dónde acaba el placer y comienza el ardor.
  • Nadie termina nunca de arrepentirse por no haber hecho lo que quiso, pudo y quizás debió hacer, cómo saberlo si no se atrevió.
  • De mi fatal tendencia hacia la verborrea. No me sé controlar, es más fuerte que yo.
  • Nunca vayas y cuentes más mentiras de las que luego puedas controlar.
  • Imponerles un dios, un catecismo, una parroquia. Sepultar una verdad con otra.
  • La evidencia es calumnia.
  • Nunca creas nada específicamente. Creer así nos quita el margen de maniobra. La fe que nos importa es más estática.
  • La gente avorazada no saborea el pastel.
  • Es muy fácil creernos las cosas en el momento que más nos convienen.
  • No sé porqué hay un tipo de mujer que prefiere a los hombres que no saben tratarla.
  • Nunca cometas el error garrafal de usurpar el lugar de un ser de otro sexo. No vas a entender nada, así te pintes y te pongas peluca.
  • El golpe de la muerte es contundente. Un mazazo haz de cuenta. No tanto para el muerto, que ya dejó de estar, como para los vivos, que aunque no lo parezca se han muerto un poquito.
  • Lo Qué Pasó es tan grande que incluye en su interior todo aquello que ya no pasará.
  • Una paciente que odia más allá de la muerte está más fría que una paciente triste.
  • Uno debe alejarse de los diablos a los que no es capaz de seducir. Que a veces, claro, son los más seductores.
  • A la gente le gusta creer en los que ven más lejos, tanto que de repente les basta con que alguno lo proclame.
  • Lo mejor que uno tiene rara vez lo conoce. Hay que sufrir para eso, y en estos tiempos nadie quiere sufrir.
  • Las coartadas no legitiman a nadie, aunque a algunos los libran de pagar consecuencias.
  • Soy uno de esos neuróticos magnéticos a los que les sucede todo aquello que temen.
  • Soy un niño, no entiendo casi nada del futuro porque lo veo lejano como un astro sin luz.
  • Con esa ingenuidad apasionada, incondicional e íntegra que distingue al amor infantil de todos los demás.
  • Amor insobornable, devoto e indefenso. Amor sin cuerpo, ni esperanza, ni plan. Amor a solas siempre, y en silencio. Amor que se alimenta de sí mismo y encuentra coincidencias en la primera historia de amor que se le cruza. Amor desestimado y hasta cómico para cualquier adulto que atine a descubrirlo. Amor tierno que nada entiende de ternura porque se mira grave, cuando no trágico. Amor a todas luces imposible y  no obstante resuelto a respirar. Amor entre rendijas; clandestino, tenaz, escurridizo. Amor que se propone sobrevivir al tiempo y la distancia para cruzar un día, victorioso, el umbral de la mayoría de edad y demostrarse así capaz de cualquier cosa. Amor que da vergüenza y orgullo al propio tiempo. Amor sin restricciones de la imaginación, dueño de alas tan anchas que apenas caben dentro todos los sueños. Amor al otro lado de la barda, extranjero ante todos, minoría aplastante. Amor que se encarama en la cabeza y nos tapa los ojos con la vena tiránica de un redentor metido a lazarillo. Amor que imita todo cuanto cree que pueda parecerse al amor verdadero, pues se teme ilegítimo y se quiere infinito. Amor que nos perturba si buscamos la calma y nos calma si estamos perturbados. Amor sin nombre que de noche nos nombra y de día se esconde tras la sonrisa ingenua de quien cree haber dejado atrás la ingenuidad tan solo porque ya aprendió a fingirla. Amor cobarde que se quiere valiente y está dispuesto a todo menos a revelarse ante quien ama. Amor que llora a solas y en secreto, que antepone el secreto a sus demás apremios y pospone la vida por continuar en secreto. Amor que abre la boca cuando se ha hecho muy tarde y solo queda espacio para la añoranza. Amor que fue añoranza desde la hora misma de su alumbramiento, y hacia allá se dirige irremisiblemente. Amor siempre rendido, caído del cielo al limbo por obra y gracia de una deidad distante que nos lo entrega así, sin manual de instrucciones ni mucho menos póliza de garantía. Amor desobediente. Amor mandón. Amor de nadie más. Amor de mis entrañas. Amor mío.
  • Que todavía me gustan las chicas malas. Conservo la superstición enfermiza de creer que conmigo van a cambiar.
  • El verdadero triunfo de nuestros enemigos consiste en instalarse en nuestro pensamiento.
  • Precisamente porque no se puede, necesito que siga todo así.
  • ¿Cuál sería la palabra que designa a quienes se alimentan de relaciones imposibles?
  • Nunca conoce uno más que a quién se le da la gana de conocer.
  • Nadie se come kilos y kilos de mierda sin eructar rencor y vomitar revancha.
  • Más que de lo que se cuenta, la cizaña suele vivir de lo que calla.
  • El problema de las mujeres imposibles no es que sean imposibles, sino que llegan sin anunciarse.
  • Inclusive el ente más repelente sabe que no poder alcanzar al amor es una condición en extremo propicia para ser alcanzado por él.
  • Nada me inculpa más que mi inocencia.
  • Soporta uno la infancia y sobrevive a ella por la magia de la superstición.
  • ¿Qué es el amor, al fin, si no superstición? De él no sabemos nada y lo creemos todo, y a veces muy temprano averiguamos que en su ausencia se vive a merced del cinismo y la miseria, disimulando a medias la huella del fracaso primordial.
  • Voy cuesta abajo y no quiero parar.
  • Las criaturas, me explicaba entonces, sólo asimilan aquella información que pueden procesar sin desquiciarse.
  • Todo el día nos mienten, los cabrones adultos. Nos crían dentro de una burbuja de mentiras y todavía se atreven a exigirnos que les digamos la verdad.
  • Abusar del extremo cauteriza la herida. La inmuniza, también.
  • A veces uno suelta mentiras automáticas, que luego ya no logra desmantelar.
  • Es una de las leyes universales de la mediocridad. No intento porque no sé; no sé porque no intento.
  • Invitas a la gente a tu infiernito, para que vean lo que se siente. Que huyan despavoridos. Que te dejen reinar en tu silencio.
  • No es muy fácil contar la verdad sin mentiras.
  • Lo que más nos fastidia del enemigo, aquello que luchamos por no ver, y si es posible también suprimir, es algún asqueroso parecido.
  • No se ha inventado aún el odio sin celos, ni hay en el mundo celos libres de competencia.
  • ¿No era cierto que por ley natural el condenado duerme mejor que el sospechoso?
  • Todos los mentirosos nos ponemos en guardia siempre que la verdad se nos asoma.
  • Alejandrina juega a ser insoportablemente atractiva. La miro y se me ocurre que en realidad es atractivamente insoportable.
  • Nunca hay que contar todo, ni casi todo, y ni siquiera un poco, puta mierda. Pero cada uno quema las naves como puede.
  • Bendito sea el silencio, defensor natural de los acomplejados.
  • No existe el autoperjuicio sin automenosprecio.
  • El que se cree muy listo comete cuando menos dos errores. Uno es pensar que todos somos pendejos, el otro darle cuerda a la vanidad.

tumblr_mugn1qaa8z1qz6f9yo2_500 ¿Conocen alguna canción romántica? Obviamente sí. Es de las pocas cosas inevitables en este mundo, ya sea porque las hemos escuchado de pasada en alguna radio ajena, o porque las hemos cantado con el alma saliendo de nuestro cuerpo; dolidos o esperanzados ante un nuevo suceso: el amor. Mismo que muchas veces se vale del romance para nacer, crecer, reproducirse y morir. Lo extraño es que pese a esta importancia capital del romance como motor de vida del amor, prácticamente nadie se plantea qué implica semejante asunto. Cómo le hace el romance para parir amor, qué tanto le da para alimentarlo, cuáles son sus trucos para que se expanda y emigre a nuevos horizontes,o qué es lo que dice en orden de matarlo.

El romance es un revolver con caños en ambos extremos. Muchos disparan a bocajarro creyéndose asesinos infalibles, conquistadores que son dueños de las armas secretas del romance, sin darse cuenta que se desangran por todos los agujeros de bala que se han causado. Y la sangre escapa lentamente, dando tiempo a sembrar esperanzas de vivir, incluso invitando a crear en un final feliz. No es que sea algo malo lanzar demasiado romance al aire, aunque tampoco se puede calificar como netamente bueno  ese suicidio involuntario de no saber apuntar los dos caños cuando lo cierto es que por mucho que uno se cuide de sus balas, igual termina muerto. Aniquilado por esa necesidad de atención que el romance le brinda al amor o al enamoramiento. En realidad, lo que esa muerte exige es que la anheles como solo puede anhelar un enamorado: con todo, deseando que no existan límites y finales, alargando su presencia hasta más allá de la muerte. O mejor aún: amando con la muerte como límite. Amar como se muere, equiparar al amor con la muerte ¿hay tumblr_mugn1qaa8z1qz6f9yo1_500romanticismo más perfecto?

Debe haberlo. Pero solo un enamorado, en algún punto del idilio, se da cuenta de lo acertado que es esto. La conquista amorosa suele ser esa guerra de a dos, ese violento suceso en que se dan todo tipo de ataques, y en donde hasta lo más vil puede ser justificable en nombre del amor (que todo lo puede, que todo lo sabe). Se usa al romance con cierto descuido, prometemos el cielo desde el infierno y hasta llegamos a creer que podemos cambiar los cauces de los ríos. Después de todo ¿Por qué no? ¿qué no es el amor la mejor excusa para matar lo común dentro nuestras vidas? ¿Qué no cuando nos enamoramos lo vivimos, mas no lo describimos, como un desequilibrio? ¿Y cuando el amor se aburre? ¿no sucede que buscamos aquella misma emoción, ya muerta, en alguien nuevo?

El romance alimenta las promesas del inicio, nos invita a creer que podemos darle el mundo a quien empezamos a amar, sin embargo se cobra con creces cuando se acaba el optimismo del inicio, gritando por ser recuperado, vengativo por el posible olvido en que se lo ha sumido. Nos hace adictos a su toque, por mucho que nos empeñemos en mostrarnos calmos, relajados. Casanovas, para quienes cosas tan nimias como el amor, el romance y el enamoramiento no son más que pensamientos fatuos e inútiles. Pero el romance es útil y hermoso en todo inicio. Nos invita a creer y a esperar lo mejor del viaje en que nos embarcamos, mantiene ilusiones que uno no se formula con quien sea, lubrica el paso que le quita al “yo” la soledad e intenta transformarlo en un “nosotros”, que tal vez no siempre funciona, pero siempre deja algo de sí en este “yo” que nunca puede retornar a ser el mismo.

Pero, al ser un arma de doble filo, el romance no deberá ser usado a la ligera, pues duele más la venganza del romance asesinado que las capitulaciones egocéntricas que se hacen en su nombre. Y aun así, contra toda advertencia y matando todo sentido común, solemos jugar ruleta rusa con el romance como bala. Corriendo a los brazos de la muerte, con una sonrisa enorme en el rostro. Abstraídos en el presente, olvidados del futuro. tumblr_mugn1qaa8z1qz6f9yo3_500

Art by Boulet (http://english.bouletcorp.com/2013/10/03/)

 

De pasada leí el texto que se reproduce más abajo y no pude evitar preguntarme “¿Qué tan mal esta esto?”:

“En una isla estaban todos los sentimientos. Un día pasó un barco para salvarlos, todos corrieron. El amor como es el más amable e ingenuo, dio lugar a que todos subieran primero. Pero cuando él quiso subir, el barco ya se había marchado. El amor pidió ayuda, grito y nadie lo escucho… El amor comenzó a llorar, luego paso el «tiempo» y lo salvo. Cuando el capitán del barco se dio cuenta, volvió a buscarlo, pero ya era tarde… El amor ya no estaba. El tiempo se lo llevo”

A ver. Vamos por partes.

“En una isla estaban todos los sentimientos.” Creo que esa es una de las mejores descripciones del infierno que jamás podrán ser escritas. Lo malo es que en el texto no se lo enfoca de esta manera. En el texto sirve para meramente aludir a un imposible: todos los sentimientos antropomorfizados conviviendo en un espacio físico.

“Un día pasó un barco para salvarlos, todos corrieron.” ¡Qué barco más metiche que se mete a salvar a quienes no desean ser salvados! O ¿por qué correrían? Claro que ese es el sentido que puede ser captado por la construcción pobre de la frase. Lo que en realidad quiere decir es que los sentimientos corren hacia el barco, como desesperados por salir de ese infierno, terminar de una vez de convivir los unos con los otros. Odiadores de la compañía, amantes de la soledad. ¿Quién se anima a negar que los sentimientos son unos egoístas? O cuando menos unos egocéntricos.

“El amor como es el más amable e ingenuo, dio lugar a que todos subieran primero.” Esta es una de las concepciones más romantizadas (ergo humana) del amor. El amor no es amable. Siguiendo esa tendencia del antropoformismo diré que el amor es un niño sádico que tortura nuestras cabezas con sus juegos y se ríe ante cada intento que hacemos de ignorarlo. Incluso cuando hacemos las paces con él, nunca deja de ser ese verdugo en ciernes que busca el momento oportuno para mejor cagarnos el humor. Ingenuo: ¡Sí, claro! El amor no es una cosa horrible, como tampoco es un asunto hermoso. Es angustiante, trabajoso, es gozoso, es el más egoísta de los sentimientos (pues nadie comparte al ser amado), está lleno de satisfacciones, pero también de frustraciones, de sufrimientos condicionantes, de alegrías infinitas que se terminan muy pronto; el amor es demasiado enorme como para reducirlo a un algo cándido.

“Pero cuando él quiso subir, el barco ya se había marchado.” Esta parte esconde una verdad interesante. Si te tardas, si le das tiempo al tiempo, el amor se aburre y se va. La victimización del amor en este texto no deja ver al amor como el impaciente bastardo que se aburre fácil, que en realidad es. Si en un primer momento uno no mima al amor, lo más probable es que se vaya en cualquier otro barco que pase.

El amor pidió ayuda, grito y nadie lo escucho… El amor comenzó a llorar, luego paso el ‘tiempo’ y lo salvo. Cuando el capitán del barco se dio cuenta, volvió a buscarlo, pero ya era tarde… El amor ya no estaba. El tiempo se lo llevo.” A una gran mayoría le gusta pensar que el tiempo es una de las mejores soluciones a gran parte de los problemas en la vida. Y no hay como negar que, en ciertos casos, tienen toda la razón. Pero con el amor todo es diferente. Siempre. Si bien, a veces, permitirle al tiempo que arregle las cosas funciona, la mayor parte del tiempo eso solo causa sismas insalvables, metidas de pata que solo distancian. Quien ha amado sabe que el amor necesita de dos cosas para mantenerse estable: actos e insistencia. A eso hay que añadir que el amor es una diva exageradamente egocéntrica pero muy inteligente (rara combinación), quien se resentirá ante los distanciamientos temporales (mismos a los que secretamente nombrará como “abandonos”) y sustituirá sin mucho trámite a quien no le brinde un poco de su droga: atención.

Por supuesto que uno corteja al amor como mejor puede, o quiere, o sabe. Ello no significa que esté bien victimizarlo, o creerlo cándido, por ese antojo de querer disfrazar al amor de algo que nunca será: bonito. O en ese empeño de desprestigiarlo como algo que no es: horrible. El amor es terrible, es jodido, es cruel, pero eufórico. El amor no es simple.

El Aspirante

Publicado: noviembre 12, 2013 en Zopilotadas
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Llevo más de quince años escribiendo, pero nunca me he sentido un escritor. Siempre me he visto más a mi mismo como un aspirante que entrena durante todos esos años para ser quién desea ser. Escribiendo desde la soledad, los desencuentros, las tristezas y las ilusiones, siempre he encontrado en la escritura mi verdadero yo, la voz que nunca calla y se atreve a volver realidad lo imposible. Pero siempre como aspirante. Aprendiendo a solas, sin permitir que nadie me marque los límites de hacia donde puedo ir, o cómo se hacen las cosas, para poder experimentar con lo que sea, cuando yo quisiera, en mi propios términos.

Mi primer escrito fue un cuento sobre un peluche que cobraba vida. Fue una tarea de mi profesora Corina. Cuando lo leyó me miró por un rato, analizándome con detenimiento para luego preguntarme si es que se me había ocurrido a mí, o si había sacado la idea de alguna otra parte. Tras oír que era idea mía (aunque, claro, ninguna idea es completamente de uno) me pidió que lo leyese a la clase. Aun puedo recordar el terror que me invadió en aquel momento y el enfasís que puse al negarme a hacerlo. Por miedo, por vergüenza, absolutamente seguro de que el curso entero abuchería mis palabras y se burlarían de esa fantasía mía de ver a mi peluche favorito vivito y coleando. Impaciente, ella misma agarró el cuento y lo leyó, felicitándome por haberlo escrito y animándome a hacer más. Ya ni siquiera recuerdo como reaccionaron mis compañeros. Solo recuerdo a esa señora entrada en edad que leía con su voz ronca el fruto de algo que había sido muy divertido de hacer. Por primera vez una tarea que se probaba divertida y para nada laboriosa.

Pasaron los años, en los que me dedicaba a hacer historias simples en la cabeza, alterar otras historias en papeles que luego perdía de pura vergüenza a que alguien los lea. Llegué a esas edades en que uno empieza a enamorarse, y escribir canciones y poemas fueron el único alivio a esa intensa necesidad de amores imposibles colmados de desesperanza. Poco a poco fueron apareciendo los cuentos. Esos momentos peligrosos en que la realidad era transformable y podía ser como yo quisiera. O como no quería. La ventaja de escribir cuentos se fue revelando en lo imprevisibles que resultaban: darse la parte de creador absoluto y descubrir que no eres más que un simple escriba que transcribe la crónica de los sucesos de los que fue testigo. De los que se piensa como creador, sabiéndose un burdo mentiroso. Escribir cuentos y mentir fueron las formas en que descubrí a la literatura como esa mujer de la que uno se enamora para siempre, a la que no se puede, ni se quiere renunciar. La amante, la oficial, la zorra y la santa. Todos los arquetipos y todas las posibilidades en una sola. La mujer. La literatura. El más posible de los amores imposibles.

Un día un cuento nació y quiso ser algo más. Protagonizado por Ersio y Jopa, el cuento se probó ambicioso y se extendió a lo largo de varias hojas de un cuaderno escolar en que ya ni siquiera tomaba apuntes, solo desarrollaba la historia y el mundo de estos dos seres. Y ese fue el primer intento de novela. Pobre, precario pero glorioso, «La Historia Elemental» fue el primer paso que me movió un poquito fuera del título de aspirante.

Ya después llegaron más historias. No solo en lo escrito, sino también en mi propia vida. Y todas empezaron a influenciarse las unas a las otras, mientras yo, el aspirante, luchaba por encontrar mi voz, mi estilo para poder animarme a plasmar a alguna de esas historias en ese concepto tan parecido a una bestia gargántua: la novela.

Ayer 11 de noviembre del 2013, tras un año difícil y lleno de sorpresas, gracias a Mixtape, recibí la ultima confirmación de que por fin estoy listo para dejar de ser el aspirante.  Y eso solo significa que este es el inicio de una nueva etapa, más ardua, que requerirá de más trabajo y dedicación, pero a la que me entregaré por completo, sin miedo a las consecuencias y buscando siempre triunfar a mi manera y en mis términos, pero al fin sintiéndome un escritor.

Frases de Xavier Velasco I

Publicado: noviembre 8, 2013 en Inefable
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Diablo Guardián

  • El sepelio es el fin de la primera persona. Una ocasión pomposa donde unos cuantos ellos despiden a otro yo de su nosotros, a la vez que lo envían a otro ellos, más hondo e insondable.
  • Pero ¿qué no un cristiano de verdad humilde tendría que considerarse criado, antes que siervo?
  • Las mujeres que duermen con cerdos poco a poco se van haciendo cerdas.
  • Siempre quiso esconderse, volverse invisible.
  • Un día descubrió que escribir era una buena forma de transparentarse, de estar sin nunca estar.
  • Si en el recreo estaba escribiendo en lugar de jugar fútbol o basquetbol o bote pateado, ello al menos le daba a su aislamiento el decoro de la propia elección: estoy solo porque me da la gana.
  • Escribirlas era darse a una vida subterránea.
  • El amor: qué cosa tan prohibida.
  • ¿En qué clase de infierno se habría convertido su ya de por sí horrenda escuela si alguno entre todos eso extraños hubiese conseguido asomarse a sus cartas de amor?
  • Para los otros, su cuaderno era el símbolo de la soledad y el tedio, para él, era como cargar dinamita en la mochila.
  • Cada historia era un fracaso asegurado, pero en tanto duraba era más divertida que todos los trofeos concebibles.
  • Para escribir, es preciso poseer un detecto de mierda, innato y a prueba de golpes.
  • O tal vez con el propósito de llegar a ser lo suficientemente duro para escribir alguna cosa de la que luego no se avergonzara hasta los huesos. Ya no una historia larga, ni corta, ni en episodios, sino cualquier escrito que le permitiera el lujo de medirse en una cancha reglamentaria – periódicos, revistas, lo que fuera –. Una reseña, una opinión, una idea preferentemente demoledora.
  • No es difícil ser implacable cuando se ha crecido entre toda suerte de mimos y licencias.
  • Pig no subía a los hombros de gigantes para ver más lejos, sino para dinamitarlos.
  • Mamita tenía una ventaja sobre el resto del mundo: sabía perder.
  • Como que a esas edades casi todo te pasa.
  • Vivía intensamente amores imposibles de raíz.
  • Prefería eludir todas las probables amistades para mejor centrar sus esfuerzos en seguirlas de cerca, siempre desde una sombra segura, aunque febril.
  • Ciertas mentiras dejan de serlo apenas son creídas por quien las concibió.
  • Por más que el Sapo, el Muecas, el Kilos y el Mister apreciaran sonoramente la huella escrita de sus desvaríos, Pig concentraba todos sus esfuerzos en atrapar los ojos, los oídos, el alma de la Sopa: la primera mujer que descompuso el Detector de Faulkner.
  • Acurrucado en una timidez todavía inexpugnable, Pig hubiera querido llamarla por su nombre.
  • Lejos de enamorarse de ella, Pig estaba prendado de su propia creación.
  • Con esa mezcla de prepotencia y piedad por si mismo que suele proteger al inseguro del ridículo abierto.
  • ¿Desde cuándo los cobardones que hacen pedazos todo lo que escriben necesitan musas?
  • ¿Para qué le servían todas esas trincheras, además de garantizarle un aislamiento a prueba de calor humano?
  • Digo, soy lo que quieras, nomás llégame al precio.
  • ¿Para qué quieres un millón de dólares guardados en el clóset? ¿Cuándo has visto a una niña rica llenando cochinitos?
  • A veces divertirte es llorar con toda tu alma.
  • Nadie se toma el trabajo de armar esas ofensivas asesinas sin un perol de pasiones quemándosele dentro.
  • ¿Te has fijado en lo poco decorativa que llega a ser la verdad?
  • Y si uno se confiesa es porque le hace falta.
  • Además una nunca le confiesa al padre los pecados que piensa cometer.
  • Hay cosas que a los adultos no se les pueden contar. Tampoco cuando crecemos y nos volvemos adultos, pues para entonces ya hemos aprendido a arrepentirnos de haberlas pensado, creído, temido, y así las enterramos en el subsuelo de la memoria: donde nunca hay por qué rascar.
  • Las personas adultas se avergüenzan de su infancia como de su inocencia, y luego también de su juventud, porque lo más fácil y lo más cómodo y lo de mejor gusto es olvidar a tiempo lo que ya no se tiene.
  • Era como el dolor, que siempre llega pero siempre se va. Hasta que cualquier día nos vamos con él.
  • Imposible lograr cualquier aplauso sin antes empuñar bien alto una nueva cabeza chorreando hemoglobina.
  • Exagerar su vida inconfesable, mirarla de soslayo.
  • ¿Cómo darse completamente a la escritura, sin desafiar con ello al buen gusto imperante?
  • Porque hasta cuando sabes que no puedes confiar en nadie te topas con que tienes que confiar.
  • No es cosa de dinero, sino de inversión. El que más invierte tiene la palabra.
  • Los senos son como dinero, ninguno acepta que los necesita pero ninguno deja de pensar en ellos.
  • ¿Por qué la gente cree que llorando y quejándose de lo triste que es su vida va a merecerse cualquier cosa mejor?
  • Una le inventa nuevos nombres a la gente para apropiarse de ella. Nombres con los que nadie más les llama, solo tú.
  • Necesitaba un Dios a mi medida.
  • Pero jamás tocaba el tema de sí mismo: demasiado pequeño a sus ojos. Inoportuno, aparte.
  • Su merecido era: soñar el día entero con ella.
  • Mirándose a los ojos tímidos y triunfantes, como dos niños que recién ahogaron al bebé de la sirvienta.
  • O porque, como tanto se lo había dicho Mamita, su temperamento de hijo único lo emparentaba naturalmente con los chivos: animales habituados al gozo simultaneo de mamar y dar topes.
  • Y no quiso desear, pero deseó.
  • Saltar es como apostar: nadie te obliga, pero lo haces como si no tuvieras otra opción.
  • Negociar: virtud de creativo, pecado de creador.
  • Harto de soledad, listo para treparse en cualquier tren.
  • ¿Cómo hace una mujer para insertarte en su órbita sin siquiera verte?
  • A la gente le gusta ver sufrir a la gente.
  • Aferrarse a la inercia que los lleva a la catástrofe.
  • ¿Cuál era el atractivo que había hecho de la casi-bonita una hermosura?
  • Que con tal de seguir apareciendo conveniente a los ojos de Rosalba podía hacer verdad cualquier mentira, hasta el punto de él mismo creerla y defenderla cual sólo se defienden las intensas certezas.
  • La intensidad de una pasión se mide por la soledad que la precede.
  • Uno prefiere hablar con las estampas porque ellas no se ríen, ni se apiadan.
  • Vamos por la noche como las ambulancias, aullando para silenciar las carcajadas del Creador.
  • Aunque después, muy tarde, Pig terminase descubriendo que no eran tanto los monstruos quienes pedían comida, cuanto la soledad que por su cuenta los amamantaba.
  • ¿Cómo, si no en soledad, puede uno dar crédito y cuerpo al pavor por la nada?
  • Amamos de la única manera soportable: como si jamás fuésemos a morirnos.
  • El amor es lo más parecido a las mentiras. Justifica u opaca la razón, por derecho o torcido que parezca, no requiere de justificaciones.
  • Uno le cambia el nombre a las personas y a las cosas porque así las convierte en solo suyos.
  • ¿No es acaso el amor una asombrosa, y a veces milagrosa, conjunción de patrañas?
  • No te quiero, te codicio.
  • El amor es, como la vida y la ficción, estúpido.
  • A veces las mentiras más obscenas resultan preferibles a una verdad del todo detestable.
  • Cualquiera se habría carcajeado de mirar sus estúpidos rituales, que sin embargo eran lo único que tenía para defenderse de la nada: esa mustia perversa que primero se había transfigurado en Hombre Lobo y después en aquella urgencia convulsiva que le exigía a gritos llamarle por su nombre: amor.
  • Se elige ser feliz, besado, afortunado, aun en la certeza de que sucederá lo opuesto, igual que se le dice “que te vaya bien” a un enfermo terminal.
  • El diablo de allá abajo y el diablo del amor podrán ser parientes y en momentos socios.
  • Pues pasa que el amor – su presencia engañosa i su ausencia estridente – es capaz de mimar todas las tentaciones, y llegado el momento resistirlas, si es preciso.
  • Dar fe a lo improbable es saberse caído, presa dentro, cautivo de una irrealidad en la que solo resta sumergirse, y así andar por las calles con lo que el desdichado juzga una sonrisa imbécil ¿Cuántos santos y mártires han muerto en el cadalso con la sonrisa impresa por una fe impermeable a la desdicha?
  • Porque en el reino del amor sólo sabe quién cree, y lo demás no existe.
  • Se iría solo, como había llegado, como se van al diablo siempre los que esperan.
  • ¿Cómo vivir así, con la vergüenza de aguantarse las ganas de encajarle a la vida una pistola en el ombligo?